Correr, caminar, pedalear, trepar, nadar, saltar...Trabajar y VIVIR. La diabetes, una anécdota.

Siempre y cuando controlemos el ejercicio y nuestra glucemia en sangre. Esta enfermedad que junto con la obesidad está considerada la epidemia del siglo XXI permite llevar una vida activa perfectamente normal gracias a médicos e investigadores, profesionales apasionados que no dejan de trabajar para que mañana sea de verdad una anécdota. Hay dos tipos principales de diabetes: Tipo I y tipo II. La primera es la mía, la insulino-dependiente o también llamada infantil, porque en un alto porcentaje de casos se presenta a edades tempranas, aunque yo "debuté" con esta enfermedad a los 44 años. Mi sistema inmune falló y atacó a las células del páncreas que producen la insulina sufriendo a continuación los tres síntomas del libro o las "tres Pes": Poliuria (orinar mucho), Polidipsia (sed horrible a todas horas) y Polifagia (hambre, hambre, haaaambre).



¿Porqué a mí? Pensé. A mí que toda la vida he hecho deporte, que sólo tres meses antes terminé mi Cuarta Maratón en Donosti, a mí que no fumo, a mí que soy un chico formal: Buen padre y ejemplar esposo, a mí que hago la declaración de renta puntualmente y pago la contribución urbana y el impuesto de circulación religiosamente cada año... ¿Porqué?



El estrés que tantos sufrimos en mayor o menor grado, herencia genética, un catarro mal curado, la contaminación, el agujero de la capa de ozono... Médicos, familiares, amigos, vecinos y yo mismo apuntamos una u otra causa, pero lo cierto es que daba lo mismo. El caso es que mi cuerpo -mi páncreas- casi no tenía reservas de insulina y que ya no iba a producir más -o muy poca- y que iba a necesitar "pincharme" insulina todos los días.

domingo, 19 de octubre de 2014

Un paseo por Ordesa



Un largo paseo sí señor, y bonito además, el que nos llevó ayer Sábado desde la Pradera de Ordesa hasta la cima del Cilindro de Marboré (3325 mts). La idea original era conquistar al jefe, al Monte Perdido, pero las primeras nevadas de la temporada nos hicieron temer dificultades yendo en zapatillas, así que Joseba, Antonio y yo salimos de Zizur hacia el Pirineo con todas las opciones abiertas.

Algo más de las 8 cuando bajamos del coche en la pradera, ¡qué frío! los 6 grados de temperatura parecen menos con la humedad que reina en el fondo del valle. El Otoño ha comenzado a pintar los gigantescos murales que forman el Valle de Ordesa y el amarillo, rojo y naranja salpican el verde del bosque.




Antes de ponernos en marcha compruebo mi glucemia: los 72 mg de azúcar en sangre de las 4:55, cuando me he levantado a desayunar se han quedado en sólo 51 a las 8:34, así que "engullo" un bollo con nocilla y echo un buen trago de isostar. ¡¡Ya podemos salir!!

Creo que mi mochila es la que más pesa de las tres, he metido una camiseta de manga larga, además de guantes, buff, chubasquero, el camel con isostar, un bocata de jamón, barritas, frutos secos, mi vieja cámara...  Mis compas en cambio llevan mochilas más pequeñas ideales para pasar más frío y penalidades pero más ligeras y perfectamente válidas para campeones. 

Por eso será que me cuesta seguir su ritmo y corriendo detrás suya escucharé con envidia su animada charla porque los muy sinvergüenzas no callan ni en las cuestas más empinadas.


Adelantamos algún grupo de excursionistas madrugadores y para cuando llegamos al Circo de Soaso la montaña es toda para nosotros, el paseo por el valle es más bonito sin las muchedumbres que en pocas horas llenarán las proximidades de la Cola de Caballo, meta de casi todos que visitan el Parque Nacional.

Las cumbres de las Tres Sorores pintan un poco blancas y pensamos que si en la cara sur aún queda nieve, el pasillo que conduce a la cima del Perdido estará delicado. 



Antonio ya ha hecho un par de veces la ruta de la pradera a la cima del Perdido a la carrera, menudo pájaro está hecho, pero no había subido nunca por las clavijas de Soaso, le gustará comprobar que no tienen apenas dificultad y más aún el tiempo que ahorran con respecto al camino normal. Eso sí, le advierto, si ves que hay mucha gente el camino seguirá siendo más rápido, no veas los tapones que se forman aquí. 

Joseba en cambio es la primera vez que viene a esta región y se maravilla de todo, disfruta de todo y con todo, se lo está pasando como un enano, ¡¡como un enano de casi dos metros!!



Entramos en el refugio de Góriz para echar un café y de paso preguntar cómo estará la montaña más arriba. Mi glucemia a las 10:41 es 193, y eso que tan apenas he bebido cuatro cortos tragos de isostar. Tomaré sólo un cortado sin azúcar. Antonio toma un café solo y Joseba un Acuarius. Los 6,50 euros serían mucho en un bar normal pero aquí cuesta mucho más traer las cosas.  En el refugio nos confirman que hace una semana cayeron unos 30 cmts de nieve por encima de los 3000 mts y que seguramente la "escupidera", como llaman la zona peligrosa en la subida al Monte Perdido tendrá todavía algo de nieve. Nos ofrecen alquilar grampones, pero Antonio y yo traemos unos especiales para zapatillas. Joseba no tiene nada y tras desechar la idea de alquilar o compartir un par entre dos, decidimos cambiar nuestro objetivo por el vecino Cilindro de Marboré. Soy yo quien lo propone pues subí hace muchos años a su cima y aunque recuerdo una trepada por una corta chimena un poco delicada me parece una buena opción. No obstante, lo comento con el chico del refugio quien me habla de otra chimenea paralela, más expuesta pero más fácil. 

Dicho y hecho proseguimos la excursión, dejando detrás y muy abajo el refugio de Góriz nos metemos ya en el mágico ambiente de la alta montaña. Apenas hay restos de viejos neveros en las paredes que nos rodean y de la nevada del otro día sólo quedan algunos espolvoreos dispersos en las cumbres. No obstante el agua corre por muchos sitios y el paisaje es precioso se mire donde se mire: Detrás nuestra la polvorienta y marrón montaña del Tobacor ya se ha quedado muy abajo y permite ver el horizonte de montañas detrás suya. Distinguimos la Sierra de Guara, Peña Oroel... ¡¡El Moncayo!!  y es que el día es sensacional, cielos azules y limpios y una temperatura de verano, aunque aquí arriba cada vez notamos más frío.






A casi 3000 mts el Lago Helado está helado, hace frío y pisamos nieve. Efectivamente el pasillo que sube al Perdido no invita a subir por dos motivos: tiene un poco de nieve y como todavía está en sombra, estará helada. Volvemos la vista al vecino Cilindro y aunque también ahí tenemos un pasillo con algo de nieve para subir el sol le pega de lleno y es mucho menos expuesto. Decidido ¡¡vamos para allá!!

Al poco de iniciar la subida pasamos junto a otros tres chicos con el mismo objetivo, bromean al ver nuestra pinta, más de corredores que de montañeros, y se hacen a un lado como si fuéramos a 100 por hora.  Les saludamos con una sonrisa y algún jadeo, - Ufff, cualquiera corre con esta puñetera cuesta - , les digo agarrando los bastones. - ¡Venga que luego nos pilláis! -. 

Antonio y yo nos hemos puesto los pinchos en las zapatillas y progresamos con seguridad en la cuesta, Joseba tampoco tiene mucho problema porque hay huella profunda que aprovecha como escalones, además la nieve no está muy dura y la suela de sus Saucony Xodus consigue morder un poco en el blanco elemento.

Enseguida estamos al pie de las "famosas" chimeneas que debemos superar para seguir nuestra excursión hasta la cima. Cuando subí yo hace más de 20 años (¡¡qué viejo soy!!) la nieve estaba más alta y daba menos miedo. No obstante es buena roca y hay agarres, tras subir un metro en la pared bajo para echar un ojo a la otra chimenea a nuestra izquierda. Efectivamente se ve más fácil pero es más expuesta pues bajo ella está el patio del otro lado, una ladera empinada que vale más no mirar.  Subiremos por ahí, además es Antonio el que toma la iniciativa, eso sí, nos advierte: es la primera vez que me lío a trepar un monte. Subiré tras él, más torpe y más despacio - eso que soy más largo y llego mejor a los agarres-, pero tengo más miedo y más dudas. Me lo pienso un poco y por fin estiro la mano aferrando un pequeño agarre que me da la confianza suficiente para seguir progresando.  Los siguientes pasos son más sencillos y enseguida estoy arriba de este puñetero escalón que viene a ser la llave para hacer la cima en el Cilindro. ¿Y Joseba?  Nuestro gigantesco campeón llega mucho mejor que nosotros a los agarres, además no le hemos dado otra opción que la de seguirnos y aunque también es un novato en la montaña enseguida supera el paso.  Los tres nos felicitamos con la sonrisa pequeña pensando en la bajada y continuamos el camino que nos lleva a la cima, un corto paseo donde también encontramos algún obstáculo, pero estamos crecidos y nada puede impedirnos llegar a la meta. 







Justo arriba había otro grupo de montañeros, dos chicos y una chica de Madrid, que inician el descenso cuando llegamos. Nosotros sólo estaremos el tiempo justo de hacernos dos fotos y mirar al otro lado donde descubrimos el lago de Marboré, todavía libre de hielos. También es un buen sitio para admirar uno de los últimos glaciares de los Pirineos, el de Monte Perdido, cae sobre el Valle de Pineta, se distinguen bien las grietas del helero inferior mientras que el superior es sólo un nevero pegado a la ladera cimera.

Toca desandar el camino y yo al menos no dejo de pensar en el puñetero destrepe de la chimenea. Pero hemos ganado en confianza, somos 20 minutos más viejos y más sabios ¡¡vamos allá!!  Cuando llegamos al paso, los tres montañeros que venían detrás lo acaban de superar y volvemos a saludarnos. Ellos van con cuerdas y nos ofrecen ponerlas para ayudarnos en la bajada, lo que yo acepto sin dudar. Soy el primero en probar el invento, que primero iba a ser tan simple como destrepar agarrado a la cuerda, algo que los montañeros desechan enseguida y con razón, decidiendo montar todo el aparejo para un rápel, con su "ocho", su doble cuerda y toda lo necesario. Total que mientras yo bajo como un señor por la chimena principal, Joseba sin decir nada decide bajar por la de subida y Antonio finalmente también, llegando abajo casi a la vez.  Desde abajo nos despedimos de los montañeros no sin agradecerles su interés y buenísima disposición. Es verdad que por encima de los 3000 mts no hay más que buena gente.




Son las 12:15, tengo 119 de azúcar y como se está de maravilla aquí arriba, bajo el sol de octubre que más parece de julio, almorzamos como unos señores. Yo compartiré con Joseba mi bocata de jamón y mi amigo me dará un buen trozo de su pócima mágica: Chocolate Valor. ¡¡Qué rico!!

Antonio, el que no tenía ni idea de monte, bajará la ladera de nieve en un bolero, Joseba seguirá detrás suya sin apenas resbalar y yo cerraré la marcha dando algún patinazo, pues aunque he vuelto a colocarme los pinchos se me olvida que debo poner toda la planta para que agarren. No obstante enseguida estamos abajo y tras quitarnos Antonio y yo los gadchet-grampones, y guardar todos el chubasquero en la mochila continuaremos la bajada donde resulta que podemos correr muchos tramos ¡qué bien se baja del monte en zapatillas!

Volvemos a entrar en Góriz pero ahora no queremos café, tomaremos una cerveza (bueno Joseba un Acuarius), mi glucemia a las 15:09 está en 215, sigo sin ponerme ni una gota de insulina porque con todo el tute que llevo sé por experiencia que cada gota multiplica sus efectos, además aún queda mucha excursión así que tras despedirnos de los guardas que están comiendo un delicioso cocido de garbanzos (ummm qué bien huele), nos lanzamos montaña abajo, hacia Soaso.

Nos cruzamos con muchos grupos de que suben hacia Góriz, con este buen tiempo seguro que hoy ponen el "completo" en el refugio. Cuando asomamos sobre la Cola de Caballo, la preciosa cascada donde el Arazas se precipita al valle, alucinamos con la multitud de gente que pulula en sus alrededores ¡¡parece Salou!!  Sin acercarnos a esa concurrida playa, cogeremos el sendero que en larga y tendida pendiente sube hasta media altura en la pared norte del cañón, por una terraza maravillosa que muchos afirman es el mejor mirador de este fabuloso valle: La Faja de Pelay.






Cuesta mantener un ritmo de carrera por el camino que no deja de ganar altura sobre las Gradas de Soaso, pero más adelante la pendiente nos da una tregua y podemos correr a gusto mientras echamos cortas ojeadas al paisaje. Casi se me había olvidado lo largo que es el camino hasta el mirador de Calcilarruego, enfrente del Circo de Cotatuero, además creo que hay más subidas que bajadas ¡¡ufff !! y es que ya llevamos muchos kilómetros ¿cuántos? no lo sé porque mi Garmin se ha muerto pero Antonio calcula que la excursión llega casi a los 40. No está mal.

No está mal el paisaje cuando por fin llegamos al mirador, el sol está bajando y los colores del bosque y las paredes son aún más intensos, más bonitos. No os digo más, venir a Ordesa y lo veréis.

La bajada por la Senda de los Cazadores se nos hizo dura y delicada, la montaña cae casi vertical y el camino traza mil vueltas hasta llegar a la pradera donde por cierto, mis compañeros de excursión se picaron en el último kilómetro y echaron mano a su depósito secreto de nitroso para volar hacia el bar, nuestra soñada meta final.  Las 17:56, mi glucemia: 110. 

La nota triste de la jornada fue conocer la noticia del fatal accidente de montaña sufrido por Itziar Lasurtegui, del club Beste Iruña, conocida y querida de muchos corredores en Pamplona. Muy cerca de la cima del Pico Batanes una piedra se movió y perdiendo el equilibrio cayó de la montaña resultando muerta. En la montaña como en el valle, está la vida y a veces también la muerte. Nos podía haber pasado a nosotros, ojalá no le hubiera pasado a nadie, tampoco a Itziar. Descanse en paz.

Todas las fotos aquí.